(...) Aquí las cosas son aún peores; en fin, ya lo sabes. Pero ahora Dios me ha enviado una ayuda para soportarlas: Peter. Tomo mi colgante, lo palpo, le estampo un beso y pienso en que nada han de importarme las cosas, porque Peter está conmigo y sólo yo lo sé. Así podré hacer frente a cualquier bufido. ¿Sabrá alguien en esta casa todo lo que le puede pasar por la mente a una adolescente?
Ana Frank
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