-Explícate.
-Tonterías del corazón.
-Eso no es excusa.
-Lo sé. No dije que lo fuera. Pero, ¿qué más decir? Yo no lo elegí.
-Eso es evidente. ¿Dónde está tu autocontrol?
-Lo perdí hace tiempo. Ahora explícame tú. ¿Qué significa todo esto?
-Te equivocaste, y tu error te llevó a la ruina. ¿Creíste que habías ganado la guerra? Lamento decirte que era sólo una batalla. Ahora, por bajar la guardia, has perdido gran parte de tu ejército.
-¿Y cómo es que no estoy destrozada?
-El dolor sufrido te ha hecho más fuerte. Los muros que cayeron la última vez han sido levantados nuevamente con una roca diferente, una roca que es resultado de lo pasado con lo aprendido. Estos nuevos muros son más seguros, resistirán más tiempo. Pero el peligro ahora no es que caigan, sino que se ha filtrado veneno. Así te contaminas por dentro, poco a poco, y ese dolor que sientes no es nada, absolutamente nada comparado con lo que viene.
-¿No hay antídotos?
-¿Antídotos? ¡Eso sí que ha sido gracioso! Dime cómo piensas resistir a tan poderosos ataques como los que veo venir si no tienes ejércitos. Perdiste el control. Dejaste de vigilar la frontera. El veneno ya corre por tus venas y ha llegado al corazón. Ahora sólo resta esperar. Los errores que has cometido los pagarás caro.
-¿No hay esperanza?
-Sí. Siempre la hay. Sólo podemos desear que me equivoque.
-Pero eso jamás ha ocurrido.
-Entonces nuestro reino caerá.
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