Pero no era más que una ilusión, un simple espejismo. Aún estoy vagando en la oscuridad, rodeada por las sombras que oprimen mi pecho, obstruyen mis pulmones. Y ya no puedo respirar. Y ya no quiero respirar.
Los temblores sacuden mi cuerpo, no es frío, no tengo suficiente entereza como para sentir frío. El dolor es demasiado grande, tanto que hasta parece ajeno a mí, tanto que, en cuanto disminuye, canto victoria. Pero siempre está ahí, jamás se marcha por demasiado tiempo.
Y sin embargo no hay lágrimas.
No entiendo nada. Ya no sé nada. No importa lo que haga, este dolor está siempre presente, pero no sé qué me duele. ¿Cómo combatir a un enemigo desconocido? Es una batalla perdida, sólo me queda desear que acabe pronto.
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