lunes, 3 de octubre de 2011

Rosario

En su egoísmo dirigió su mirada al exterior. 
Vio. 
Y le gustó lo que vio. 
Le pareció conveniente. 
Quiso tenerlo. 
Y lo tendría sin importar lo que tuviera que apartar de en medio, 
aunque fuera un alma. 
Y apartó, y tuvo. 
La soledad consumió a la sombra, 
encandiladas ambas por la ignorada crueldad.
Y la sombra sirvió a su cometido,
fue útil, fue agradable, fue paciente. 
Pero el egoísmo puede más que la mentira.
Todo pierde su utilidad.
Entonces habrá que buscar otra sombra que consumir, 
otros lazos que cortar. 

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